Ansiedad


El Miedo Anticipado
La función biológica del miedo es protegernos ante el peligro real. Cuando estamos en una situación amenazante, un sistema especialmente diseñado para estos casos se prepara para la huida. Una vez se detecta la fuente del posible daño, la sustancia llamada adrenalina, la que a su vez enerva una serie de cambios físicos: dilatación de la pupila, sudoración, palidez, tensión muscular, gritos y una sensación interna de inquietud y alarma. Algo nos dice que no debemos quedarnos ahí y que tenemos que escapar.  A diferencia de lo que ocurre con los miedos psicológicos, el miedo biológico siempre se agota. Sube en pico, se mantiene en forma de meseta un instante, y luego, si no le metemos cabeza al asunto, decrece.  Ese es el ciclo natural. Por el contrario, la curva del temor mental puede no declinar jamás.